Las tormentas de arena y polvo son fenómenos meteorológicos comunes en regiones áridas y semiáridas que generan grandes cantidades de partículas de polvo mineral en el aire. Los fuertes vientos elevan estas partículas de polvo, reduciendo la visibilidad en las regiones cercanas a las fuentes y transportándose regularmente a grandes distancias antes de depositarse sobre la tierra y el océano. Según Sara Basart, investigadora principal del Barcelona Dust Regional Center, “aunque muchas veces no se ve a simple vista, su intrusión afecta a la calidad del aire y puede tener efectos perjudiciales para la salud".
De este modo, se ha convertido en una seria preocupación mundial en las últimas décadas debido a sus importantes impactos en el medio ambiente, la salud, la agricultura y el bienestar socioeconómico. Sus impactos se sienten en muchas regiones del mundo y abordarlos está alineado con varias metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas (ONU).
El aumento global de las sequías inunda la atmósfera de partículas en suspensión y fomentan los episodios globales de calima, por lo que “si aumentan las sequías en África, es de esperar que en España tendremos cada vez más intrusiones de polvo", como indica Sara Basart, apoyándose en el hecho de que la mayoría de las intrusiones de polvo que llegan a España se originan en el desierto del Sáhara. Esta zona es la principal emisora de polvo del planeta, ya que sus emisiones llegan a trasladarse hasta la selva amazónica, aunque el avance global de las sequías también está disparando este fenómeno en otras regiones del mundo, como el caso de Irak.
No obstante, es complicado decir si el avance del cambio climático ha provocado que las tormentas de polvo se produzcan con mayor asiduidad, sobre todo porque, según explica Basart, no hay información clara sobre cómo circulaba el polvo atmosférico siglos atrás.
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