El carbono negro (black carbon) se genera a partir de la combustión incompleta de combustibles fósiles, biocombustibles o biomasa, se trata de un componente de material particulado fino (PM2,5). La compleja mezcla de partículas resultante de la combustión incompleta suele denominarse hollín.
El carbono negro es un contaminante climático de corta duración, con una vida útil de sólo días o semanas tras su liberación en la atmósfera. Durante este corto periodo de tiempo, el carbono negro no solo produce el calentamiento de la atmósfera, también deteriora la calidad del aire y se le ha asociado con efectos negativos graves sobre la salud humana, daños a ecosistemas y a edificaciones.
Si bien las emisiones de carbono negro han disminuido en las últimas décadas en muchos países desarrollados debido a una normativa más estricta, las emisiones están aumentando en muchos países subdesarrollados donde la calidad del aire no está del todo regulada. Asia, África y América Latina contribuyen con aproximadamente el 88% de las emisiones mundiales de carbono negro.
Por unidad de masa, el carbono negro tiene un impacto en el calentamiento mundial entre 460 y 1500 veces mayor que el CO2. Éste influye también en la formación de nubes y la lluvia.
Con respecto a la salud, la muerte prematura de adultos con enfermedades cardíacas y pulmonares, accidentes cerebrovasculares, infartos de miocardio, bronquitis y el agravamiento del asma están estrechamente relacionados con la presencia de black carbon en la atmósfera.
Para evitar estos efectos perjudiciales, los gobiernos deben establecer una normativa más restrictiva con respecto a la calidad del aire, aunque también se pueden tomar medidas en el ambiente doméstico, algunas pueden ser: sustituir la cocina tradicional por cocinas de combustible moderno de combustión limpia, eliminar las lámparas de queroseno, sustituir el carbón en trozos por briquetas de carbón para cocinar y calentar o sustituir las estufas y quemadores de leña por estufas y calderas de pellets.
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